12 Enero 2022

Marina Lange

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¿Imaginas un tiempo que se contrae, una vida que se acurruca, sus límites replegándose hacia el interior? ¿Dónde está todo eso que se perdió? ¿Cómo atraparlo si se ha vuelto intangible, si ni siquiera sabes si aquello que voló es el pájaro, o es la rama, o se trata más bien del árbol que parecía retener el tiempo en su duración y sucumbió al viento? ¿Dónde está lo soñado? ¿A qué ventana habremos de asomarnos para atisbar vagamente una tierra algo firme, una realidad un poquito consistente, más allá de este tiempo que ahí fuera vemos y sentimos casi como irreal, casi como virtual.

 

Todo eso quieren reflejar los cuadros en vidrio de Marina Lange, que conversan entre ellos y con objetos cotidianos. La incorporación de estos últimos es una manera de acompañar  unas piezas que son abstractas y que conceptualmente agradecerían un cierto apoyo. Son objetos   que evocan emociones e ideas surgidas de la memoria común, universal o local, y nos acercan más a la pieza.

 

Una mesa camilla, una bicicleta de niño, un caballete de pintor, un cesto-moisés. Son cosas familiares rescatadas y cargadas de memoria que hablan del paso del tiempo, de la añoranza, de lo superfluo, del respeto a la naturaleza y de nuestro tiempo.

 

Marina Lange nació en la Laponia sueca, a pocos kilometros del círculo polar.  Quizá las grandes extensiones de nieve y de hielo tienen que ver con  su pasión por el vidrio y su  interés por lo blanco.  Artista intuitiva más que autodidacta, ha participado en clases-taller en la EnsAD de Paris y del MAVA en Madrid, así como en cursos monográficos de Udo Zemboek, Monica Uz, Miriam di Fiore y Eduardo Nieto.